Juan L. Ortiz

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Alma, inclínate - Juan L. Ortiz

Alma, inclínate

sobre los cariños idos...

Sí, ya sé:

la esperanza en el aire, pero no la veo sonreír, perdón,

con los hálitos queridos...

La tierra, ahora, la tierra, con los llamados hundidos...

Me prestaréis, oh cabellos al viento, vuestras sedas,

para asir piadosamente a los llamados?

Siento que allá en el hondo, perdón, perdón de nuevo,

una soledad ciega alza raíces hacia ti, alma,

en busca, alma, de qué flores separadas?

Oh, los hilos que se adivinan

y que sangran, cortados, en la sombra...

Me prestaréis, oh cabellos al viento, vuestro viento,

para ir hacia abajo de la noche por los hilos desunidos?

Alma, inclínate

sobre los cariños idos...

mientras los cabellos al viento, alma,

os dan la ráfaga del descenso...

Pero vendrán, alma, los cabellos al viento,

cuando la esperanza en el aire está seca de almas,

y la tierra toda es de almas solas,

ay, solas,

muriéndose de nuevo por los perfumes perdidos?

Vendrán, vendrán

las dulces llamas del viento o las dulces fes del viento

desde su vuelo de divisas

hacia el gran sueño sin muerte...?

vendrán,

antes de que la sed,

la sed, la sed profunda que va más allá de la ceniza

dé cuenta también

de las heridas mismas de la ausencia,

todavía llorando, sin ojos, bajo nuestros silencios y las hierbas?

Mas no, alma, de pie,

delicadamente de pie en la línea de los grillos,

abierta como un oído imposible de esas azucenas de la sombra

-dulces sobrevivientes de la luna-

a las agonías que no pueden bajar, aún,

pero que ahogan el rocío...

Una es la noche, alma, desgarrada...

Una la del aire ilimitado y la de los tejidos profundos....

Y uno es el olvido de la muerte o el olvido de la vida...

Mas qué sabes tú de la memoria que te excede

en el héroe desconocido que ama desde siempre

y que amará siempre perdiéndose

con la fe de la semilla, en el pasaje sin fin,

para las respuestas sucesivas a todas las ramas del horror

aun a aquéllas de tu sangre

que tú crees tendidas, alma, desde el nunca del mar...?

La gran piedad, alma, es la del héroe,

pues que ella toca toda, toda, la cadena del tiempo...

Y esos cabellos al viento, con la edad del porvenir,

son, a pesar de su alegría, sí,

los del héroe visible.