Edgardo Dobry

poemas.ar

Preguntas a Rilke en moto - Edgardo Dobry


para Nora y Jorge

Qué sabe usted de lo que no me pasa,

del "estoy cansado" a la mañana,

del "ahí va el chinchudo" que mascullan

mis desahogados vecinos del sobreático: ahí va

el del ceño fruncido como el último

durazno en el fuentón. Quise llorar

pero no encontré motivo, victimizarme

pero no había

pastel de culpa a repartir.

Y llegó el ocaso,

vino el Rilke y le dijo

al simplón ése del poeta joven:

"¡no escriba usted poemas de amor!"

Entonces agarro mis romas líneas venéreas

y las hiervo, las redoro, las devengo

una factura triangular como una aljaba,

una golosina para la autoridad del Rilke.

Son una mentira sin malicia, señor,

una pura compulsión mitómana.

Todo en pensando cuánta lástima me da

que el joven poeta apostrofado

no hubiere sido el transandino de los cien falsos

sonetos. Yo por mi parte soy el viudo

de una moto recién sacrificada:

el escape desprendiósele en un pozo

y una multa me pusieron por el ruido.

Y es que la pobre estaba ya tan vieja

y tanto merecía, por lo mucho que felices

fuimos juntos, una digna defunción,

un vender sus órganos aún sanos

bajo el acrílico sol de los desguaces.

Señor Rainer María que estás

en las Librerías del Centro:

¿puedo escribir los versos tristes

para mi pobre moto blanca, para mi moto

blanca? ¿Por esta única

vez licencia tú me dieras?

Muchos barrios visitamos juntos,

era mi María Kodama. Era mi Dama

de las Kamelias: tosía si la pateaba,

sabía

bizquear en las esquinas como la Dulce Irma,

hollar senderos como agraria Proserpina.

Señor Rainer María

usted qué sabe

de lo que no me pasa, del estar cansado,

del conversar con los taxistas en la amarga

noche catalana. Dispense por esta vez

mi declamar el poema del amor y muerte

y écheme un consejo, en todo caso:

¿debería pensarlo más bien como elegía?