Arnaldo Calveyra
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Instantes de un castillo de arena - Arnaldo Calveyra
Lo teníamos con una mano. Sin caer superficie apagada por las
orillas tornasoladas de la lengua. Por hablarnos casi, murallita
entretenida en el sol demasiado. Te abriré una puerta, una ventana,
una bajamar de aldea.
El mar, la carretera nacional. Ni parada ni tiesa. A tocar con
estos ojos.
En vano unos niños se lo han pedido al mar. Entra, se instala.
Napoleón paralítico que destroza. Canta. La sal, el torreón, la
bandera.
Escúchalo.
Nosotros.
Una niñita basta, consigue atravesarlo, encuentra las cocinas.
Cantamos una marsellesa en el desastre. No lo para. Se cae en
pedazos el puente levadizo.
Difícil tiempo.
Encuentro aquel esqueleto del sol extraviado en los años.
No, no volveremos.
El agua vertical de la ola color viento. Lejos, ¿por qué no todo
el mar?
Una escoba siete mares, el mar.
La bandera era lo que más queríamos, lo que más nos gustaba,
la bandera incolor en la luz.
Mañana por la mañana.