Abraham Sutzkever
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Llegaste desnudo - Abraham Sutzkever
Llegaste desnudo
todo en fuego.
Tus ropas,
-cosidas por dedos maternales
como si las agujas interpretaran piano
sobre seda y terciopelo-
tus ropas, cayeron quemadas en la sombra.
Las agujas, las agujas,
a ellas lograste resguardarlas
Llegaste desnudo.
tu soledad comprende
la entereza de tantos.
En una pupila un lobo;
en la otra tu madre.
Y ya habrá de resultaste imposible
separarlos.
¿Quién puede vestir
tu tremendo vacío?
Incluso si Isaías te encontrara
profetizaría
con parpado plomizo
y labio avergonzado.
No exijas consuelo, entonces,
de tu propio hermano.
Entre vosotros dos se extiende
una rebelión de Varsovia
como un eterno Sambatión de llamas
que apedrea
con el destino judío
incluso en sábado.
¿Cómo pueden los de aquí creerte
que en Varsovia
defendías Jerusalém?
¿Qué en la republica de los muertos
dabas forma
a la intima, joven república viviente?
Pero el volcánico latido del país ha de creerte;
aquel latido que percibieras
cuando tu corazón detuvo su latir por un momento.
Y cuando le acerques tu oído
como un velero se acerca al secreto de las olas,
ha de alzarse una voz
como la exegesis de un versículo:
-Eres mío;
bendito seas en tu venida.
Mi jardín es tu jardín,
mis ovejas son tuyas;
con la misma ferocidad con que disparabas tu fusil,
planta aquí tu viñedo.