Julio Herrera y Reissig

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Consagración -  Julio  Herrera y Reissig

Surgió tu blanca majestad de raso,
toda sueño y fulgor, en la espesura;
y era en vez de mi mano -atenta al saco-
mi alma quien oprimía tu cintura,

De procaces sulfatos, una impura
fragancia conspiraba a nuestro paso,
en tanto, que propicio a tu ventura,
llenóse de amapolas el ocaso. 

Pálida de inquietud y casto asombro,
tu frente declinó sobre mi hombro
uniéndose a tu ser, con suave impulso. 

al fin de mi especioso simulacro,
de un largo beso te apuré convulso,
hasta las heces, como un vino sacro.