Alberto Fritz

poemas.ar

Antonio Porchia - Alberto Fritz

Metido en una novela

donde lo real forma parte

por una suerte imprecisa,

y ahora ya lejos

(1000 Km.)

sentado en el micro -fumando-,

contesto al recuerdo con un golpe de palmas.

Abismado en un abismo dado por el rostro,

al que también accede el cuerpo multiplicando espacio,

buscando tensión para su línea

(así como el arquero es el blanco

antes de expulsar la flecha;)

y desde lo hondo la voluntad

iluminándolo todo,

dando a cada objeto su pasión.

Simulado como un cero

(hijo de la escritura),

entregado por padres al deseo de vivir,

ya sin divisiones,

escucho el ruido del impecable treinta asientos,

dotado de pulmón y puertas,

antojadizo en su conquista de distancias.

Y sobre el azul del mar un cielo vencido

Y sobre un cielo vencido el azul del mar.

Sentado en el párrafo de una novela

de la que alguien se marcha,

donde palabras dispuestas clasifican o protegen

y se prolongan desde cualquier punto

en un juego desesperado.

Donde lo que ayer sirvió para vivir

enloquece de ser al atravesar vestiduras

y roza lo permanente -cajita musical-.

Fumando

-vuelto hacia atrás-

tan lúcido como la meseta,

pensando del lado animal,

busco en los bolsillos una menta

para salir de lo perpetuo sin comentarios,

sabiendo que ella, por confraternidad de mundos

(1000 Km. hacia lo opuesto) ahonda en sí misma.

'10 minutos' -dice el chófer- y sangra.

Diez minutos son ahora la forma última de la luz

del atardecer, la voz del árbol en la intemperie,

la palidez del intento más honesto.

Entonces desciendo con los otros veintinueve fantasmas,

voy al baño, lavo mis manos, observo mi rostro

en los espejos y converso con el de al lado

sobre el mal estado del tiempo.

Después, cerca de las mesas,

una niña parecida al entrar de la noche,

improvisa lo invisible hasta que llega

el reto de la madre en su intento desolador.

Metido en una instancia,

donde desde la primera página

alguien invocó musas y aparecieron golondrinas,

donde hubo también una batalla

y luego otras, con sus cargas futuras,

respondo al corazón de la noche

mientras el agua golpea contra los vidrios

y el asfalto desaparece bajo las horas.

Y ella (1000 Km. hacia otro lugar)

consigue sin saberlo,

piernas para no sentir la fuga o manos,

para una próxima aparición.

Metido en una novela

que dicta que al regresar el día

la mano despierte al tacto

y responda a la gracia de vivir,

donde es natural la estratagema del viento

sobre árboles y piedras y el infinito

insinuado por un personaje

que da de comer a las palomas.

Donde ella y yo

nos encontraremos

si el deseo

del invocador

(que ahora descansa)

lo permite.

Donde ella y yo

(dije) nos encontraremos

(ahora desciendo) sí

(vi) el deseo

(ahora ella desciende)

es parte de

la trama.