Emma Solá de Solá
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Himno al Señor del Milagro - Emma Solá de Solá
(Coro)
¡Señor del Milagro,
Cristo Redentor,
del pueblo de Salta
no apartes tu amor!
I
Tras largo camino
que amparó el milagro
por mares y montes
llegaste a este suelo,
por tu amor buscando
el amor de un pueblo
II
Más, torpes las almas
no correspondieron
la dulce demanda,
y en olvido ingrato
dejaron tu imagen
por un siglo entero.
III
El duro reclamo
llegó justiciero:
sacudir conciencias
sacudiendo el suelo;
y hubo terremotos,
y aflicción, y duelo...
IV
Y al fin conprendiendo
tu llamado extremo
a tus pies llevaron
su arrepentimiento;
llanto y penitencia,
contrición y ruegos.
V
Fue entonces que quiso
la Virgen María,
que de pecadores
es Madre y consuelo,
de Dios ante el trono
presentar su ruego.
VI
Y ante el valimiento
de la intercesora,
tu misericordia
se mostró al momento:
suspendió el castigo
y aplacó el siniestro.
VII
Abierta las almas
claridad de cielo,
van pasando siglos,
y crece con ellos
la fe con que amante
te adora este pueblo.
VIII
Que es segura dicha
de su amor el premio
porque desde entonces
por siempre sabemos
¡de que somos tuyos,
de que Tú eres nuestro!
¡Señor del Milagro,
Cristo Redentor,
del pueblo de Salta
no apartes tu amor!
I
Tras largo camino
que amparó el milagro
por mares y montes
llegaste a este suelo,
por tu amor buscando
el amor de un pueblo
II
Más, torpes las almas
no correspondieron
la dulce demanda,
y en olvido ingrato
dejaron tu imagen
por un siglo entero.
III
El duro reclamo
llegó justiciero:
sacudir conciencias
sacudiendo el suelo;
y hubo terremotos,
y aflicción, y duelo...
IV
Y al fin conprendiendo
tu llamado extremo
a tus pies llevaron
su arrepentimiento;
llanto y penitencia,
contrición y ruegos.
V
Fue entonces que quiso
la Virgen María,
que de pecadores
es Madre y consuelo,
de Dios ante el trono
presentar su ruego.
VI
Y ante el valimiento
de la intercesora,
tu misericordia
se mostró al momento:
suspendió el castigo
y aplacó el siniestro.
VII
Abierta las almas
claridad de cielo,
van pasando siglos,
y crece con ellos
la fe con que amante
te adora este pueblo.
VIII
Que es segura dicha
de su amor el premio
porque desde entonces
por siempre sabemos
¡de que somos tuyos,
de que Tú eres nuestro!