Francisco Madariaga

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El alba cálida -  Francisco Madariaga

¡Se clarifica el día! Oh viejos Elementos, dadme un poco

de agua.

La ciudad ha sido invadida por el mar, pero conserva

todos sus ruidos, su tráfico.

Todos los rumores se han transformado en cánticos de

pájaros.

Viejos árboles míos ¿Estaréis locos en la campaña?

A cualquiera lo meten en un ataúd de habitación delgada

hundiéndose en el mar.

¡Que un mar cálido le tape todos los nidos al alba cálida!

Los ferrocarriles penetran en la arena. Uno, sordo

revienta y se le abre un abismo de mar. ¡Candentes

aventureros que nadie atrapa, hermanos que aún no

han pasado bajo mis árboles!

Eh, monos, corregid vuestros errores: al alba cálida no se

la mastica ni se la contempla. La virginidad de las

de las ramas de las últimas sombras que nunca ha visto a un

hombre, no se la holla, monos.

¡Sacadle toda la boca para el alma!

Asnos que beben en el alba tímidamente porque hay

bosques que los embriagan por la noche, me

encuentro bajo el mar, en una estancia de calor

esmeralda. De entre ola y ola brotan los pájaros como

balas de sol y saltan velozmente hacia el infierno.

¡El alba cálida es el infierno, la iniciadora de todos los

amores!

Allá en el fondo la presión ha bloqueado a mi alma a lo

largo, en su ataúd habitación. La ha hecho entrar

rápidamente, por los pies, en el cuadro verde más

infinito.

Después, cayeron ferrocarriles de punta en la arena.

Alba cálida, alba cálida, ¿Por qué acudís a mi en esta

habitación tan delicada?

Oh movimientos de las sombras, humedades del pañuelo

de los niños, gorjeo del polvo del amor, jaulas mías

colgadas en el bosque:

Una liana de oro fuerte de relámpago atrapado por el

bosque puede arrancar este ataúd habitación.